Los videojuegos marcaron mi vocación

Mirando en retrospectiva…

Actualmente, desde la comodidad que me proporciona mi profesión de programador senior, mis horas de ocio, las sigo dedicando a mis queridos juegos. Claro, ahora se los puede jugar desde un teléfono móvil, en línea, sin todos esos cables que llevaba tiempo armar.
Mirando en retrospectiva, recuerdo cómo nació mi vocación por lo digital, con aquella querida Commodore 64. Nos pasábamos horas jugando con unos puntos y unas rayitas que se desplazaban por la pantalla.
Cuando papá trajo un Atari 2600, me pareció tocar el cielo con las manos. Los juegos venían en cartuchos que se intercambiaban. Comparándolo con la Commodore, era comparar un auto con una carreta. Venía con el Combat, pero mis preferidos eran ET, Space Invaders y el Pacman. Pero he pasado horas en tratar de cruzar la ranita del Frogger, que se me caía de los troncos en el río.
Pero, como todo, pasó de moda y llegó el Family Game, con otros gráficos y el Mario Bros, que marcó todo un hito en la era de los videojuegos. Los preferidos eran el Bomberman, el Battle City, el Galaga, y por supuesto, el Mario, gran consumidor de horas delante del televisor.
Cuando compré el Sega Genesis, creí que ya nada superaría esa consola. Venía con el Sonic, otro devorador de horas de juego, de quedarme en casa acumulando anillos. Horas y horas frente a la pantalla.
Recuerdo, que esa consola decidió mi vocación… yo sería el que diseñe mis propios juegos.  No sucedió, lo de los juegos, pero sí lo de mi profesión, una excelente elección.  Recuerdo todavía las noches con amigos en casa, con certámenes de Mortal Kombat, o en solitario con el adictivo Tetris.

Los videojuegos marcaron mi vocación

Cuando compré mi primera Playstation, ya estudiaba programación, y el estudio de los diferentes lenguajes, no me permitía jugar.
Así y todo, me hice adicto de todos los Crash Bandicoot, un perro simpático y totalmente adictivo. Pero también tuve, y aún conservo, juegos como el Resident Evil, Final Fantasy o el simpático dragoncito Spyro, con sus erráticos vuelos.
No compré ninguna otra consola, y no porque la adolescencia quedó lejos en el tiempo, sino porque la PC, empezó por tomarme todo el tiempo. Claro que no todo es trabajo, de vez en cuando, la nostalgia me llama y juego algunas horas, pero de otra forma.
Hoy los juegos, están guardados en la “nube”, y ni siquiera hace falta descargarlos, los juego cuando quiero y los retomo cuando puedo. Cuando comparo aquellas primeras consolas, con la tecnología actual, nada parece real. Internet lo cambió todo, claro, mi profesión es un indicador de que la era digital vino para no irse nunca más.
El sueño de diseñar mis propios juegos, quedó en el pasado, allá donde quedó el adolescente soñador. Pero si algo me dejaron aquellas, hoy arcaicas consolas de videojuegos, es el amor por lo que hago, por mi profesión.
De todas aquellas consolas, solo conservo la última que compré, la PS1. Mis hijos, cuando se las mostré, me hicieron sentir fuera de moda. ¿Que no dirían de la Atari?
Pero no dejo de sentir nostalgia, con cada nueva consola me sentía que flotaba en una nube. Y hoy, en una nube está la contabilidad de la empresa donde trabajo.